Es verdad. Había nubes, pero nunca podríamos esperar lo que se nos venía encima.

Arrancamos las etapa de hoy con la misma ilusión de cada día. Al poco rato, adelantamos a una pareja de moteros noruegos que viajaban con dos GS’s, una 1200 y una 800 él y ella respectivamente. Unos kilómetros después, nos detuvimos en la entrada del “Nordland” para hacernos unas fotos y al poco tiempo llegaron ellos. Como no puede ser de otra manera, entre moteros, entablamos conversación. Ella hablaba un poco de español y nos avisó que tuviéramos mucho cuidado con las velocidades puesto que la cosa podría ponerse muy fea, incluso hasta el punto de que las autoridades nos podrían expulsar del país, quedando las motos en Noruega y nosotros de vuelta forzosa a casa en avión (cosa que no nos apetece en absoluto)… ¡¡¡A ver quien corre por aquí!!!!

El hecho de ir a velocidades tan lentas (la mayoría del tiempo no se puede pasar de “80 km/time”), tiene la ventaja del bajo consumo de gasolina. Por poner un ejemplo, para que se entienda mejor, hemos llegado a realizar entre dos repostajes, la distancia de casi 434 kilómetros, quedando aún algo en la reserva. 

Alrededor de las 13:00 horas, hablamos una vez más por nuestros intercomunicadores y decidimos parar a comer en el primer merendero que veamos. Cabe decir que hay infinidad de ellos y cada pocos kilómetros te los vas encontrando perfectamente señalizados.

Al poco rato, vemos el indicador de nuestro merendero, situado a la orilla de un gran lago, donde nos detenemos y degustamos nuestras “Iberian delicatesen” acompañadas de un suculento pan de pipas de la zona sin sabor alguno, jeje… menos mal que el aceite de oliva y el jamón ibérico pueden arreglar hasta este insípido pan.

Aunque el paraje era incomparable, hemos de comer rápidamente porque nos amenazan unas nubes negras que no presagian nada bueno, así que… ¡en marcha cuanto antes!
En unos minutos, comprobamos que nuestra intuición no falla puesto que empieza a diluviar, y paramos en una gasolinera para que Pere pueda ponerse el “traje de agua” mientras Mario hace unas fotos de los curiosos “jardines” que hay en los tejados de las casas. Y así comienza nuestro periplo de “curso acelerado de conducción en lluvia” amenizado por las innumerables obras con sus correspondientes retenciones que, como buenos españoles que somos, no estamos por la labor de respetar la fila sino que nos plantamos al comienzo de la misma, aunque sin perdernos la mirada desafiante de los operarios.

A media tarde, alcanzamos uno de nuestros ansiados hitos de este viaje, que no es otro que cruzar el Círculo Polar Ártico. Llegados a este punto, por si la lluvia no fuera suficiente, la temperatura nos baja a 4º acompañado de un viento racheado que hace que la sensación térmica sea muy difícil de soportar pero… ¡es lo que hay!, si no, no haber venido. ¿O no?…

Aprovechamos la visita al centro de souvenirs para entrar en calor por unos minutos y hacer así una parada técnica. Compramos algunos recuerdos y dejamos constancia de nuestro paso en el libro de visitas que se encuentra en la entrada.

Al salir del centro y sin más dilación dadas las ganas de llegar al destino de hoy, decidimos ponernos en marcha y no parar para llegar cuanto antes.

Por fin arrivamos chorreando de agua “dejando huella” en la recepción del hotel y, como viene siendo la tónica de hoy, una vez más tenemos que hacer cola, (esta vez sin podérnosla saltar) para conseguir las llaves de nuestras habitaciones y podernos dar una ducha caliente con la que hemos soñado casi todo el día.

Sin fuerzas para nada más, cenamos en el mismo hotel, puesto que sigue lloviendo, y por hoy ya hemos “disfrutado” suficiente del agua fría…

“…Bona nit Pere, que descanses…”
“…Bona nit Mario, que descansis tu també…”

mapa de la ruta